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‘The Newsroom’: el estreno de Aaron Sorkin que a todos ha decepcionado… menos a mí

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Si todo funciona como me imagino, este domingo Aaron Sorkin se habrá enfundando su traje de me-resbala-lo-que-pienses para sentarse, con psicópata tranquilidad, a contemplar su propia lapidación. Recostado en el sofá, habrá asistido al desfile de mamporros de todos y cada uno de los entendidos que son alguien -o lo pretenden- diciendo que The Newsroom (La redacción), su nueva serie, es ya uno de los fracasos de la temporada.

La crítica ha esperado este estreno con los cuchillos en alto…Y Sorkin les ha recibido a ellos con los brazos abiertos, y una sonrisa burlona. De entrada, el director rodó de un tirón los diez capítulos de la primera temporada antes de su emisión en antena, para evitarse influencias y lanzar un mensaje muy claro: sé exactamente lo que quiero hacer y es esto. Me da igual lo que opines. Ahora, si quieres, despelléjalo.

Dicho y hecho. La crítica –estadounidense, principalmente- se ha lanzado a la yugular del director, y ha formado equipo para criticarle con unanimidad. En el New Yorker, Los Angeles Times, Washington Post, y hasta en el New York Times los críticos han afilado sus plumas para poner a parir el estreno de The Newsroom. Parece que además les ha pillado calentitos, después de que el director de Algunos hombres buenos se pusiera bastante un poco chulito con una periodista canadiense, que no debía estar al tanto de la arrogancia del genio.

Llegados a este punto, les recomiendo que visiten los enlaces anteriores si lo que buscan son viperinas críticas a Sorkin y a los primeros capítulos de The Newsroom. Porque, yo, que debo ser una absurda, me hago el harakiri aquí y ahora y digo tranquilamente que me ha gustado. Mucho.

Entremos en faena, que ya va siendo hora. ¿Me ha gustado porque voy de alternativa que va contra corriente? ¿Porque mola más decir que esos críticos que fuman en pipa no tienen ni idea? ¿Por qué me tragaría cualquier cosa que tuviera a los mandos a Sorkin, y a la HBO? Pues posiblemente sea por todas esas cosas, pero fundamentalmente por una: porque adoro, venero e idolatro a Aaron Sorkin, lo he repetido hasta el aburrimiento Y si algo se puede decir de The Newsroom es que es puro Sorkin.

Comprendo a la perfección que el director es uno de esos tipos polarizadores, que despierta odios paralelos a la pasión que le profeso. Perfecto. Era más que previsible la movilización de sus detractores, y una oleada de críticas parejo a ese sentir. Lo que escapa a mi comprensión es que, casi unánimemente, la crítica se haya centrado en un reproche universal: esperábamos mucho de él, y nos ha decepcionado. Esperábamos más.

¿Y cuáles son los motivos de esa decepción? ¿Qué ha hecho Sorkin en The Newsroom que no se podía esperar de él? Comentan que la serie es “elitista”. Vaya, debe ser que The West Wing era la programación estrella para el espectador medio, o que Algunos hombres buenos es ahora la peli estrella de las reposiciones de sobremesa para toda la familia. Le reprochan que sus personajes son “verborreicos” y “tienen conversaciones poco creíbles” sin apenas titubeos. Normal la decepción, teniendo en cuenta que Toby Ziegler o C.J. Cregg se caracterizaban por su torpeza verbal y sus atropelladamente pueriles conversaciones, con sonados ecos a Los Serrano. Le atizan también por la tendencia al sermoneo de sus protagonistas, a pontificar y sentar cátedra. Ídem. Que debe ser, aunque yo no me he enterado, que en Malicia, Moneyball o incluso Studio 60 no había ninguna tendencia al estupendismo, o que en The West Wing no se ponían nunca hiperbólicos. Debí soñar esos circunloquios. Y, por último, mi preferida: que se le ve demasiado el plumero con sus “planteamientos demócratas”. ¿Aaron Sorkin demócrata? ¡Primera noticia!

Por zanjar de alguna manera la metacrítica, resumo: ¿Pero qué narices es lo que esperabais? Al margen del gusto o el espanto que os produzca, conocéis el universo sorkiniano, y sabéis de qué va la historia. No cuela que os hagáis los sorprendidos por el uso y abuso del circunloquio, la grandilocuencia, la superioridad moral de ciertos planteamientos, o el frenetismo irreal de sus diálogos.

Consumado el desahogo, pasemos a lo que hemos venido.

De qué va el asunto

The Newsroom se adentra en el mundo del periodismo, a través de la figura del presentador Will McAvoy (estupendísimo Jeff Daniels, nuestro prota, en adelante) y que, en un coloquio universitario sufre un arrebato de sinceridad. Así arranca la serie, y ¿para qué explicar más? Mejor que veáis sus primeros minutos, en ese discurso que es toda una declaración de intenciones.

Tras este potente inicio, la serie continúa sin darnos tregua. Con diálogos rápidos, marca de la casa, nos vamos sumergiendo en el universo de las redacciones periodísticas, y de la ‘reconversión’ personal de Will, que tendrá que afrontar una nueva etapa tras ese exorcismo público. Pero lo suyo no es una catarsis como la de The Network (Un mundo implacable). Nuestro prota ha tenido una especie de revelación divina, y se le ha inoculado el virus de Midnight in Paris, convenciéndole de que el periodismo realmente bueno era el de antes, el de Edward R. Murrow. Es ese Quijote desencantado, huraño y antipático que desdeña la realidad apelando a un pasado glorioso. Con la entrada de su productora (y ex) Mckenzie (Emily Mortimer), se completa el conflicto: ella llega, arrolladora pero exhausta, a convencerle de que aún puede hacerse buen periodismo. El de las letras mayúsculas.

A través de este choque de trenes, Sorkin nos remojará en algunos de los eternos debates del periodismo moderno: ¿Es posible la información de calidad al margen de los intereses políticos y empresariales? ¿Puede sostenerse la narración de unos hechos veraces sin someterse a la tiranía de la audiencia? ¿Debe tomarse al espectador por un tonto que ansía otra edición de Gran Hermano y vídeos de gatitos en cada informativo…? ¿Debemos centrarnos en informar sólo a ese pequeño target que prefiere informarse que enterarse? ¿O hay que tratar de llegar al máximo público rebajando la exigencia? Y así hasta el infinito.

No va desencantado quien detecta ya enormes cargas de romanticismo en todo este embrollo. Y es que Sorkin no sólo repite el walk & talk, sino que vuelve a tratar un sector desprestigiado y pervertido hasta la médula, para idealizarlo y barnizarlo de inteligencia y grandeza. Y, ¡ojo! También sacarle las miserias. Entonces lo hizo con la denostada clase política en The West Wing, y ahora con la periodística, igualmente en horas bajas.

The Newsroom lanza planteamientos interesantes sobre la profesión, que indudablemente atraerán a quienes formamos parte de ella, y estamos igual de desnortados ante el momento actual que muchos de sus protagonistas. Es una serie sobre periodistas, pero no es una serie sólo para periodistas. El espectador ajeno encontrará interesantes sorpresas sobre la trastienda informativa, generalmente vedadas tras los focos; y además, jugará con ventaja. Porque ya conocemos el desenlace de muchos de los acontecimientos informativos que aborda, y será interesante colocarse en la óptica ventajista para juzgar cuán acertados o equivocados están estos periodistas con el camino que escogen. Porque, ya de paso, apunto que el plantel de secundarios tiene una pinta espectacular, especialmente ese jefazo aparajitado Howard Beale (Peter Finch).

Yo aún no sé si Sorkin se merece seguir en mis cielos por esta serie, o tendré que desencantarme con The Newsroom y concluir que, efectivamente, nos ha vendido humo. Lo que tengo claro es que tengo ganas de ver más discusiones snobs con citas en latín entre McAvoy y Mckenzie, de escuchar a ese reparto coral que siempre tiene algo interesante que decir, o de saber hasta donde llegan las reflexiones sobre EEUU como modelo de país que ya se lanzan en este capítulo. Muero de ganas de chapotear en este universo sorkiniano del periodismo, profundamente idealizado, pero atractivo a más no poder. Al piloto puede que le sobre épica, pero qué le vamos a hacer, es Aaron Sorkin.

 

**The Newsroom se estrenará en Canal + en Septiembre, y actualmente puede verse en la HBO. 


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